¿Y si empezamos a construir las ciudades desde los residuos?
Párate un segundo y piensa en esto: más del 90% de los materiales que usamos en el mundo provienen de fuentes vírgenes. Dicho de otro modo, casi todo lo que consumimos, construimos y desechamos sale directamente de la naturaleza… y no vuelve a ella.
¿Y si te dijéramos que solo un 6,9% de esos materiales se recupera y se reintegra al sistema? Es un dato brutal —lo dice el Circularity Gap Report de este año—, pero también una llamada a repensarlo todo. Desde cómo diseñamos una botella hasta cómo organizamos una ciudad entera.
Porque sí: la economía circular ya no va solo de separar residuos. Va de rediseñar la forma en la que vivimos.
Ciudades que aprenden a girar
En muchos rincones del mundo ya se están haciendo cosas que merece la pena contar. En Ámsterdam, por ejemplo, los edificios nuevos tienen que construirse con materiales reutilizables. En París, se están transformando barrios enteros priorizando la movilidad sostenible.
En Latinoamérica, Medellín ha puesto en marcha un sistema de recolección orgánica que convierte los restos en compost, y en Buenos Aires lo hacen desde las comunidades.
¿Y en Asia? Japón está recuperando metales preciosos de aparatos electrónicos con robots especializados, y Singapur ha conseguido cerrar el ciclo del agua en pleno clima tropical.
Hasta en África, donde a veces los recursos son más limitados, están surgiendo iniciativas como redes de agricultura urbana regenerativa en Nairobi, o proyectos colaborativos para reutilizar materiales en Ciudad del Cabo.
Todo esto no es casual. Es parte de un cambio de mentalidad. Uno que entiende que el residuo no es un final, sino un punto de partida.
Nuestro granito de arena
… que ya empieza a parecer montaña
En Formaspack Upcycling Group llevamos tiempo trabajando con una idea en mente: si queremos una industria más responsable, no basta con reciclar lo que sobra. Hay que cambiar cómo se produce desde el principio.
Por eso, desarrollamos envases a partir de PET reciclado, pero no de cualquier manera. Lo hacemos mediante suprareciclaje, un proceso que permite recuperar las propiedades originales del material sin perder calidad. Esto significa que el plástico se puede reutilizar una y otra vez, sin degradarse.
En paralelo, trabajamos en todo el ciclo: recogida, tratamiento, transformación y fabricación. Todo dentro de un mismo sistema circular.
Lo explica muy bien Ana Sastre, nuestra directora general:
“No se trata de ser más sostenibles como un añadido, sino de construir la empresa —y la industria— sobre una base distinta. La circularidad tiene que estar en el centro, no en la periferia”.
Esto va de rediseñar el sistema
… y también de atrevernos a cambiar
El futuro no se construye desde cero, se construye desde lo que ya tenemos. Y lo que tenemos, bien pensado, es más que suficiente si lo usamos bien.
¿Reciclaje? Sí. ¿Reutilización? También. Pero sobre todo, rediseño. Porque cuando una ciudad, una empresa o una comunidad decide girar hacia un modelo circular, no solo cuida del planeta. Se vuelve más autónoma, más eficiente… y más preparada para lo que venga.
“En un mundo donde el plástico y los residuos parecen no tener fin, la clave no es solo reciclar, sino repensar cómo diseñamos y fabricamos desde el origen.”