Claves desde la industria, el consumo y la política.
El desperdicio alimentario es una problemática crítica que afecta al conjunto de la cadena de valor alimentaria, desde la producción hasta el consumo final. En Europa se desperdician cerca de 59 millones de toneladas de alimentos cada año, lo que equivale a un coste económico de 132.000 millones de euros, según datos de la Comisión Europea. En el sur del continente —España, Italia y Grecia— este fenómeno tiene características propias, relacionadas con factores culturales, logísticos y regulatorios que requieren un enfoque adaptado.
Un reciente informe de EIT Food, organización respaldada por el Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT), en colaboración con la consultora española 21gramos, aporta datos relevantes y propone líneas de actuación estratégicas.
¿Qué está ocurriendo en el sur de Europa?
En estos países, el informe identifica una serie de patrones comunes que contribuyen al desperdicio:
- Consumo doméstico elevado: el 53% del desperdicio ocurre en los hogares.
- Confusión generalizada sobre etiquetado: especialmente entre las menciones “consumir preferentemente antes de” y “fecha de caducidad”.
- Inadecuada planificación de la compra y el almacenamiento, ligada a un estilo de vida cambiante y a la presión por precios bajos.
Además, se constata que muchos alimentos descartados aún son aptos para el consumo o podrían haber sido aprovechados a través de tecnologías de conservación o canales de redistribución.
Tres frentes clave de acción
- Empoderar al consumidor
Mejorar el conocimiento de los consumidores es fundamental. Según el informe, un 63% de los hogares no sabe interpretar correctamente las etiquetas de caducidad, lo que lleva a desechar productos en buen estado. Campañas de educación alimentaria, apps para gestionar la despensa o sistemas de etiquetado más intuitivos pueden ser medidas efectivas.
- Innovación y colaboración en la cadena de valor
Las empresas del sector agroalimentario tienen la capacidad —y la responsabilidad— de rediseñar sus procesos para minimizar el desperdicio:
- Uso de inteligencia artificial para prever la demanda y ajustar la producción.
- Digitalización logística para una mejor rotación del inventario.
- Canales B2B y B2C de redistribución de excedentes, como plataformas colaborativas con bancos de alimentos.
- Un marco normativo más coherente y ambicioso
Las políticas públicas deben eliminar barreras a la donación, armonizar regulaciones de etiquetado y fomentar fiscalmente la circularidad. Se destaca el ejemplo de Francia, donde desde 2016 es obligatorio que los supermercados donen alimentos no vendidos.
El papel estratégico del envasado y la valorización: más allá del residuo
El sector del packaging —especialmente orientado a la sostenibilidad y al upcycling— tiene un impacto directo sobre el desperdicio de alimentos. Algunas cifras y soluciones clave:
- Se estima que hasta un 25% de los alimentos se desechan por deterioro físico o microbiológico antes de su consumo. Un envase adecuado puede prolongar significativamente la vida útil.
- Tecnologías de atmósfera modificada (MAP) y barreras multicapa en films reciclables permiten conservar frescura y propiedades sin comprometer la reciclabilidad.
- El ecodiseño de envases, con indicadores de apertura fácil, porciones individuales o elementos activos (absorbedores de oxígeno o etileno), contribuye a evitar la apertura innecesaria o el deterioro prematuro del contenido.
Desde la perspectiva del upcycling, no solo podemos reducir el impacto del material de origen, sino dar una segunda vida a subproductos que antes se desechaban.
En definitiva, combatir el desperdicio alimentario requiere (en el caso del Sur de Europa que estamos viendo): coordinación, innovación y conocimiento técnico. Convertir residuos en recursos, prolongar la vida útil de los alimentos y facilitar su redistribución no es solo una cuestión ambiental: es también eficiencia, responsabilidad y visión de futuro.